Estaba
en la calle rogando por un triste cigarro. Disimulaba el tambaleo y
controlaba sus muecas. Qué mal le miraban algunos. Comprensible, por
otro lado. A esas horas no había más que hombres de negocio y gente
ajetreada, en unas calles castigadas por un sol que a penas se veía.
Como el norte de su vida.
Al principio se cabreaba: "¿por qué me miran así los imbéciles que pasan?". Luego llegó indiferencia, mientras le dieran un cigarro,que le mirasen como quisieran. La costumbre de la juerga extrema, que cada vez cuesta más acabar, que cada vez distingue peor de la realidad.
Quizás esa era la suya, o quizás nadie nunca le dijo lo lejos que podía llegar. Mentira, sí se lo dijeron, pero nunca supo lidiar con su talento. Guardado en el templo de las alegrías de papel. Ya no se sostiene y no tiene tiempo para arreglos. Y eso que de pequeño quería ser arquitecto.
Hoy parece entristecido. Coge la chusta del cigarro que le dio el tipo del maletín con cara de lástima y con la misma cara se repite: vamos, tú puedes un poquito más, mirando su atractivo en el espejo.
Siempre le pudieron los tópicos: vive rápido, muere joven, y deja(lo)...el final todos lo sabemos.
Al principio se cabreaba: "¿por qué me miran así los imbéciles que pasan?". Luego llegó indiferencia, mientras le dieran un cigarro,que le mirasen como quisieran. La costumbre de la juerga extrema, que cada vez cuesta más acabar, que cada vez distingue peor de la realidad.
Quizás esa era la suya, o quizás nadie nunca le dijo lo lejos que podía llegar. Mentira, sí se lo dijeron, pero nunca supo lidiar con su talento. Guardado en el templo de las alegrías de papel. Ya no se sostiene y no tiene tiempo para arreglos. Y eso que de pequeño quería ser arquitecto.
Hoy parece entristecido. Coge la chusta del cigarro que le dio el tipo del maletín con cara de lástima y con la misma cara se repite: vamos, tú puedes un poquito más, mirando su atractivo en el espejo.
Siempre le pudieron los tópicos: vive rápido, muere joven, y deja(lo)...el final todos lo sabemos.