viernes, 19 de junio de 2015

mal-mrnd

Estaba en la calle rogando por un triste cigarro. Disimulaba el tambaleo y controlaba sus muecas. Qué mal le miraban algunos. Comprensible, por otro lado. A esas horas no había más que hombres de negocio y gente ajetreada, en unas calles castigadas por un sol que a penas se veía. Como el norte de su vida.

 Al principio se cabreaba: "¿por qué me miran así los imbéciles que pasan?". Luego llegó indiferencia, mientras le dieran un cigarro,que le mirasen como quisieran. La costumbre de la juerga extrema, que cada vez cuesta más acabar, que cada vez distingue peor de la realidad. 

Quizás esa era la suya, o quizás nadie nunca le dijo lo lejos que podía llegar. Mentira, sí se lo dijeron, pero nunca supo lidiar con su talento. Guardado en el templo de las alegrías de papel. Ya no se sostiene y no tiene tiempo para arreglos. Y eso que de pequeño quería ser arquitecto. 

Hoy parece entristecido. Coge la chusta del cigarro que le dio el tipo del maletín con cara de lástima y con la misma cara se repite: vamos, tú puedes un poquito más, mirando su atractivo en el espejo.
 
Siempre le pudieron los tópicos: vive rápido, muere joven, y deja(lo)...el final todos lo sabemos.
El balcón en el centro y el escaso movimiento.  
Las calles en domingo. 
Tú y yo en la hora del consuelo. 
A veces no hay por donde cogernos. 
Libramos el desgaste, o eso digo sin saber si miento. 
Quiero irme y está nublado.
El techo alto y la falta de sueño. 
El ritmo taquicárdico. 
Pero ya nos conocemos, 
la rabia y la guerra son eternos por momentos. 
Es mi suerte y la condena, y no, no me pierdes. 
No hagas de mis caras tu moneda. 
Y cuando vuelva el desaliento, aguanta mientras, que al final me canso. 

Sonaba un "no estamos rotos, solo doblados" y en el desorden de nuestro norte había un principio claramente difuminado.


miércoles, 11 de febrero de 2015

1'90

La noche pinta distinta porque sé cómo acabará.
Voy a tu cuello
A deshacerme,
A dejarme ser vulnerable,
A que tus ojos pierdan mis pedazos
Y a mirarlos.
Voy al mejor lugar,
Y quiero verlo todo.
Esta noche no,
No pierdo el tiempo en soñar.
Y es que la habitación de tus brazos
Es de donde vengo,
Y a donde voy.
La dirección única en la que descanso.
Voy a tu aliento
A evaporarme
Para poder envolverte del todo
Porque no hay un sitio al que no quiera llegar.
Voy a muchas partes, a todas desde aquí
Pero yo, te aseguro que no me voy.

Aunque mañana tenga que aprender a despertar.

jueves, 1 de enero de 2015

A-


Quererte es retorcerme, la obsesión por aquella cumbre en un día gris siendo tu alegría. Huyo para no encontrarme, corro para no buscarte y me enfrento a mí misma más de la cuenta. Con tu número delante. Otra vez, otra vez que me repito: no puedo fallarme. Rompería mi móvil, pero ya se me ocurriría otra forma, y no quiero tener que dar explicaciones ante tu puerta. Es el precio de haberme conocido, la duda de si me ha gustado hacerlo. Procuro no ser dura, pero hay fallos que no me acepto. Como el deseo de cuidarte sólo porque me mantienes alerta. Girando los bares, directa al insomnio, deshecha del resto.
A solas, de nuevo lo he elegido. Quedarme con mis conjeturas, con la duda de saber si tú también te has permitido pensar en mí como forma de vértigo.


Es normal que no puedas comprender que ya no vuelvo. Porque nunca me he ido. De tu lado al mío no hay siquiera polvo. Sueño pensar que no es cierto, que es mi maniática idealización. Es mi engaño más preciado. Pero no consigo creérmelo. Quiero dejar de estar apunto, y apunto siempre me quedo.

lunes, 29 de diciembre de 2014

El invierno siempre fue época de esperar en estaciones. Pero esta vez estaba durando demasiado. Quiero decir que ya no había maletas por llenar. Creo que las perdí justo antes de irme con lo puesto, o quizás las escondí y decidí olvidar dónde. El caso es que estaba dando rodeos en un círculo de esperas heladas, por lo que tuve mucho tiempo para pensar. Tras unas cuantas conclusiones creí entender, no todo, pero sí bastante e incluso predecía qué tipo de abrazos se daban los extraños. Solía clasificarlos, y he de decir que los sinceros escaseaban en los andenes. Demasiado.
Para mi sorpresa también era invierno en el lugar del que venía. Entonces supe lo abrigado que había estado y lo poco que entendía. Mi vida había sido un semáforo en ámbar. Yo que creía que con unas buenas zapatillas y una sonrisa libre de miedos se podía llegar a todas partes. Pero no, había dedicado demasiado tiempo a arreglar juguetes estropeados y a llenar inviernos ajenos y desolados, dando por sentado el frío en mi vida y con esa sensación de estar en continua intermitencia. Siempre tuve cierta debilidad por lo que está roto. Y nunca pensé que yo necesitase arreglo, pero lo cierto es que tampoco me lo ofrecieron, quiero decir de verdad. Sé que sigo sin entender, pero no puedo evitarlo: en cada estación espero a alguien que me saque de este invierno y me voy pensando que llegará, pero tarde, cuando yo ya me he marchado, una vez más, sin ser rescatado.
Sobran los condecorados.
Te lo pido.
Me tiras los dados sin mirar qué nos sale,
Me das fuego y no sabes a dónde,
Pero sabes que nos vamos.
Somos el pulso en la ilusión de los extraños,
Los que antes de empezar (se) tapan las rendijas.
Sin luz ni nociones que perder,
Así funcionamos.
Y me doy cuenta de que en algún punto tuviste que alcanzarme
Cuando oigo al tiempo protestar distorsionado.
Haces arte, y yo te hago caso.
Callas al silencio.
Cómo me gusta y qué bien lo sabes.
Ahora lo que sobra es espacio,
Fíjate:
No hay hueco que hable más alto.
¿Lo notas? Por supuesto,
Nos estamos respirando.